lunes, 22 de diciembre de 2014

UNASUR: esfuerzos por responder coordinadamente a la economía global

Por Decio Machado
Publicado en Ediciones Legales

Constituida oficialmente en 2008, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), es un bloque regional de países que tiene como objetivo la integración regional en ámbitos tan diversos como la energía, educación, salud, ambiente, infraestructura, seguridad y defensa de la democracia.

Conformada por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guayana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela; UNASUR dirige sus esfuerzos a la construcción de una identidad regional, bajo los principios del multilateralismo, la vigencia del derecho en las relaciones internacionales y el respeto por los derechos humanos.

Al igual que otros bloques político-económicos constituidos en diversas zonas del planeta, la propuesta suramericana es una respuesta a la economía globalizada, buscando a través del asociacionismo promover el desarrollo interno de los países implicados e insertarse como bloque en el sistema mundo.

Los objetivos de la integración regional se enmarcan básicamente en las siguientes cuestiones: estrechar relaciones entre países vecinos, reducir riesgos de conflictos armados, reducir las asimetrías entre grandes y pequeños, promover una convergencia en el desarrollo hacia arriba, y promover la industrialización y los servicios por medio de complementaciones económicas.

Cabe señalar al respecto que nuestras poblaciones viven con ilusión el proceso de integración regional en marcha, aunque existe un notable desconocimiento entre la ciudadanía regional sobre cuál es su origen y objetivos, en los cuales se habla de “patria grande” auspiciado por consignas bolivarianas de hace más de doscientos años. La región en la actualidad aparece como un nuevo horizonte de acción a tener en cuenta en cualquier ámbito a tratar dentro de las políticas nacionales: salud, educación, tecnología, infraestructuras, comercio, gobernabilidad, etc.

A través del proceso de integración regional, los países implicados buscan su estabilidad sistémica como resultante de la puesta en común de mercados y recursos. Bajo el objeto de favorecer el desarrollo nacional, dicha integración aparece como una de las fuerzas motrices que explican el interés de los países suramericanas por participar en el proceso de integración regional más allá de las sensibilidades ideológicas de cada uno de sus gobiernos. Un buen ejemplo de esta visión, la posicionó el ex presidente brasileño Lula da Silva, cuando en junio del año 2008 –fecha de su fundación- indicando: “Más de 300 millones de hombres y mujeres se benefician hoy de una fase excepcional de crecimiento económico y de exitosos programas de inclusión social. Ellos son la base de producción enorme y gran mercado de bienes de consumo. No es coincidencia que ahora somos uno de los principales puntos de atracción de inversiones en el mundo”.

El crecimiento de las economías de América del Sur se basa, en gran medida, en el impulso del consumo privado, el cual obedece a una sustancial mejora de los indicadores laborales y al aumento del crédito. Fruto de ello, se produce el agotamiento de la capacidad productiva ociosa, provocado por un incremento sostenido de la demanda interna. Esta situación se enmarca en la mayor disponibilidad de crédito, lo que genera aumento de la inversión y el consiguiente crecimiento económico.

Este crecimiento sostenido está repercutiendo de manera positiva en la capacidad de creación de empleo en las economías de la región, lo que permite avanzar en la reducción de la tasa de desempleo. La continuidad del crecimiento y la mejora de los indicadores laborales permite obtener un descenso escalonado de los indicadores de pobreza.  Sin embargo, el cambio de ciclo económico con su correspondiente baja en los precios de commodities pone en cuestión el proceso integracionista y de crecimiento económico regional, pudiéndose convertir UNASUR en una estructura burocrática con escasos avances.

Del buen saber hacer de cada uno de nuestros gobiernos depende el futuro integracionista de nuestra región. Para ello el subcontinente tiene la obligación de afrontar nuevos retos entre los que destaca la superación de su rol dependiente como suministrador del mercado internacional de recursos naturales y la capacidad de generar un sistema productivo con valor agregado.


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