domingo, 14 de septiembre de 2008

Guadalupe, de la autogestión de la salud popular a las alarmas vecinales


En el barrio de Guadalupe (Santa Fe, Argentina), no llaman a la policía si hay ladrones. El sistema de alarma comunitaria es sólo una de sus muchas prácticas de autoorganización.

Bajo el reclamo de “¡Que se vayan todos!”, en diciembre del 2001, se constituía la Asamblea Barrial de Guadalupe, en la ciudad de Santa Fe, de 400.000 habitantes. Eddie Barrionuevo, miembro de la organización, recuerda los orígenes de la asamblea: “Tras 20 años dolorosos de una democracia vacía de contenido, aprendimos que debemos exigir y también hacer uso de nuestros derechos, es decir ejercer nuestra ciudadanía, y esto es mucho más que poner un voto en una urna cada dos años. Vimos que nuestros vecinos sentían lo mismo que nosotros. Y nos juntamos a debatir qué hacer, a organizarnos, a proponer soluciones concretas a nuestros problemas. Nos propusimos construir una concepción distinta del poder: desde abajo, entre todos, pero con un horizonte común: la transformación de nuestra sociedad”.

Esta asamblea es la única que queda de las nacidas durante el estallido social de diciembre de 2001 en la ciudad de Santa Fe. Desde el principio, organizó y canalizó sus actividades hacia la autogestión de las necesidades del barrio de Guadalupe.

Entre otras actividades, tiene una fuerte participación en los reclamos de seguridad barrial, exigiendo respuestas concretas a las autoridades y promoviendo un exitoso sistema de alarmas comunitarias instaladas ya en varios sectores de Guadalupe y otros barrios de la ciudad. Según Barrionuevo, “las alarmas comunitarias nacen por la inseguridad que genera la marginalidad en la que se encuentra gran parte de la población argentina. Nosotros lo primero que hicimos fue crear juntas vecinales de seguridad autogestionadas, creamos a partir de ahí las manzanas solidarias, donde denunciamos la complicidad de la Policía con las bandas delincuentes que estaban saqueando el barrio”. En Guadalupe, como en muchos barrios populares de Argentina, la propia Policía pasa la información a los delincuentes de a qué hora las casas no tienen gente o cuándo alguien se va de viaje. Barrionuevo habla de “todo un nudo de complicidades entre Policía, jueces corruptos y abogados con determinados delincuentes” que situaba en la más absoluta indefensión a los vecinos del barrio. De ahí el sentido de las alarmas comunitarias, un sistema de timbres intercomunicado en toda la manzana, con un costo de 60 pesos por vivienda, con lo cual cada vez que suena una alarma, toda la manzana sale a la calle en un ejercicio de apoyo mutuo y autodefensa del barrio por sus propios habitantes. “Lo habitual es que el ladrón, cuando oye 50 alarmas sonando al mismo tiempo y el conjunto de vecinos saliendo a la calle al mismo tiempo, salga corriendo. La delincuencia ha bajado un 40 % en el barrio”, asegura Barrionuevo.

Autogestión de la seguridad, seguridad de la autogestión

La Asamblea Barrial de Guadalupe participó a su vez en el plebiscito que impidió el aumento de tarifas de la privatizada Aguas Provinciales, en las protestas de la iglesia de Guadalupe que culminaron con la expulsión del arzobispo Storni por abusos sexuales sobre seminaristas, y en la fiscalización de las obras públicas que se hacen en el entorno. Cuenta también con una feria artesanal que funciona en plazas y espacios públicos de Guadalupe, emite un boletín informativo mensual que se distribuye a domicilio en el barrio y que, además de opinar sobre temas de actualidad de la política municipal, socializa las cuentas de las actividades de la asociación al conjunto de vecinos del barrio. La asamblea ha creado también una página web, emite un programa de radio FM barrial, y ha fundado una asociación civil sin fines lucrativos llamada Asociación Paz y Esperanza de Guadalupe.

A través de ella ha concretado uno de los logros más transcendentes del barrio: la construcción de un centro comunitario de mediana complejidad para Guadalupe. El Centro Comunitario Padre Edgardo Trucco realiza una verdadera actividad comunitaria en todos los órdenes: asistencia médica, con fuertes acciones en promoción y prevención, biblioteca popular, capacitación y organización de micro-emprendimientos productivos, y otras actividades culturales, deportivas y de integración de los vecinos, en defensa de la salud comunitaria y del desarrollo humano y social.

“Nuestro ámbito de actuación es un área de 20.000 vecinos que pueblan este distrito. La financiación para la construcción del centro se consiguió tras muchas movilizaciones y acciones protagonizadas por los vecinos de Guadalupe. En la actualidad, la municipalidad financia el salario de una parte de los médicos que aquí actúan laboralmente, siendo otra parte trabajo voluntario de los implicados e implicadas. Atendemos a unas 250 personas diarias, de manera gratuita y con un horario de apertura diaria de 12 horas consecutivas”, indica Eddie, y prosigue: “Para nosotros la actuación sanitaria no solamente consiste en la atención médica, sino en atacar las causas de la mala salud: la mala alimentación de los pibes, la falta de educación sexual, el alto número de embarazos de chicas jóvenes -14 o 15 años-, anemias, la insalubridad de muchas viviendas, insuficiencia alimentaria...”.

Para Eddie, todo el trabajo desarrollado a la fecha de hoy, tras tres años y medio de la existencia de la asociación, “es sólo una muestra de lo que es posible cuando los vecinos y vecinas participan, proponen, debaten y se organizan para concretar los sueños colectivos”.

La Nueva Orleans austral

Santa Fe, de más de 400.000 habitantes y capital de la provincia, vivió el 28 de abril de 2003 la crecida del río Salado, que inundó casi la mitad de la ciudad. Veintitrés personas murieron. Días antes se había inaugurado un muro de contención de aguas sobre el río Salado, donde se dejó un paso abierto de casi un kilómetro de amplitud para la circulación de los vehículos 4x4 de las clases adineradas que practicaban el golf en un campo cercano al río. Investigadores, meteorólogos, ecologistas y periodistas alertaron sobre el riesgo de graves inundaciones, pero los funcionarios los ignoraron y se produjo la peor catástrofe de la historia del lugar. Aparte de las muertes producidas por la inundación, las pérdidas de cosechas, mercaderías y obras de infraestructura se calcularon en 300 millones de dólares. El gobernador provincial, Carlos Reutemann, y el intendente de la capital, Marcelo Álvarez, negaron haber recibido alerta de la catástrofe. Pero la Universidad del Litoral, el Instituto Nacional del Agua y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) afirmaron lo contrario. Ningún político se ha sentado en un banquillo para dar explicaciones sobre lo ocurrido, contra lo demandado por la Asamblea Barrial de Guadalupe.

Este artículo fue publicado por el periódico Diagonal en mayo del 2006

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